Hay viajes para la vista, otros para el gusto, para el oído, incluso el tacto. La mayoría para todos los sentidos a la vez. Hay viajes de aventura, temáticos, para solteros o con niños….. hay viajes para para satisfacer a todos, pero de entre ellos hay algunos que son especiales, son viajes para el Alma.

En todas las religiones y creencias encontramos lugares de culto a los que se dirigen los peregrinos, a lo largo de caminos, sendas, montañas y valles guiados por sus pies y su fe. Recorridos en donde se pone aprueba la determinación, el esfuerzo, el sacrificio, el compromiso, el compañerismo,  la voluntad, la aceptación…. en resumen, un montón de valores que nos hacen conocernos, que nos permiten conectar con nosotros y con una realidad más natural más humana y que no se identifica en absoluto con la sociedad de consumo en la que vivimos.  Tal vez por eso, por la necesidad de encontrarnos de nuevo, es por lo que estos viajes son seguidos por miles de personas cada año con independencia de su fe.

A lo largo del camino hay días de sol y de niebla incluso de lluvia, momentos de soledad y de compañía. Luces y sombras. Pueblos y campos. Bosques y ríos. Siempre esfuerzo, siempre muchas satisfacciones. Muchas manos amigas con las que contar aunque al final eres tú. El Camino es como la vida. Un espacio y un tiempo en el que  conocerse. Un espacio y un tiempo en el que aprender y ofrecer. Un espacio y un tiempo en el que crecer.

Al final es el reencuentro con uno mismo. Con la satisfacción del objetivo cumplido, de la demostración a nosotros mismo de nuestras capacidades, de nuestro valor, de nuestra determinación, de nuestra generosidad. Nuestra esencia. En definitiva nuestra Alma.

Raquel Dominguez Arcos

Octubre 2017